Juan Carlos Flores, artista hijo de artistas*
Andrea Rodríguez
Desde sus bisabuelos los Flores se han dedicado a la creación de máscaras de diablada en Oruro. Juan Carlos es el heredero de esta tradición
Juan Carlos Flores, con reconocimientos por su trabajo
Las nubes se entusiasmaron, quisieron ser parte de la entrada orureña. Al compás de los bombos y trombones, mojaron las calles, graderías y plazas. Los diablos que venían saltando bajo un sol infernal cambiaron su ritmo para danzar sobre los charcos. Muchos escondieron sus cuernos bajo plásticos y chamarras, tímidos de retar a las grises nubes, pero no todos pudieron salvar sus máscaras. Los cuernos de muchos fueron afectados, las lentejuelas que forman dragones y serpientes se movieron, el brillo de los ojos dorados se desvaneció.
Con las calles ya secas y las promesas cumplidas, un danzarín fue visto cargando su decaída máscara por la calle La Paz, donde abundan los talleres de confección de trajes folklóricos. Él sabía que su máscara necesitaba de las manos de un artista para volver a lucir tan hermosa (y temible) como el primer día que la recogió del taller. Había oído cosas muy buenas de la familia Flores, quienes tienen una tradición artística de cuatro generaciones.
Germán Flores despejó la mesa, movió los botes de pegamento para los lados y delicadamente empujó un balde lleno de yeso (su materia prima) y pudo poner la máscara en medio. Comenzó a examinarla, sus manos habían tocado miles de máscaras y era experto en pescar las más mínimas fallas. Aceptó trabajar en ella a pesar de que no era de su creación, él la dejaría reluciente para el próximo Carnaval.
A un par de cuadras sonó el teléfono de Juan Carlos Flores, hijo de Germán. Juan Carlos casi no alcanzó a contestar. Él también realiza máscaras de diablo y tuvo que dejar los pinceles finamente balanceados para correr al llamado. Escuchó la voz de su padre al otro lado de la línea: Juan Carlos, me han traído una máscara tuya para mantenimiento, tienes que venir. La conversación fue breve, pero suficiente para dejarlo asustado. Qué máscara le llevaron, qué podrá estar mal, eran las preguntas que surgían. Su padre le había enseñado el oficio y temía su desaprobación.
De reojo vio su máscara, a decir verdad, casi en perfecto estado. Las lluvias habían dañado decenas de máscaras, pero la suya tenía nada más dos tímidas marcas a los costados. Pero Juan Carlos estaba aún dudoso, tenía los ojos fijos en la mesa, esperando el comentario de su padre. El ambiente era tenso, parecía que todos los diablos estaban también esperando ese juicio, con sus brillosos ojos observando desde las repisas.
El silencio se rompió, Germán se aclaró la garganta y dijo: “Hijo, ya eres maestro, yo ya no tengo nada que enseñarte”. Juan Carlos se sintió invadido por una sensación cálida, sus miedos desaparecieron, los brazos de su padre lo sujetaban y sus palabras lo llenaban de orgullo.
Juan Carlos Flores comenta que ese es el momento más feliz de su carrera artística como creador de máscaras de diablo. Él ha recibido varios reconocimientos y felicitaciones, incluyendo el más reciente por la Cámara de Senadores, pero afirma que la cúspide de su carrera fue ese día, sentado en el taller. “El que está en tu gremio, el que te guio, ese es el que sabe”, afirma con un nudo en la garganta al recordar el momento y a su difunto padre.
En manos de Juan Carlos, cada detalle de las máscaras de diablo requiere cuidado y dedicación
Una vida de creaciones
Juan Carlos es parte de un linaje artístico de cuatro generaciones. Su bisabuelo, abuelo y padre se han dedicado a la misma labor que llena sus jornadas. Él no puede recordar un día en el que no sintiera el ansia de crear, moldear y pintar.
“En esa época no llegaban a Oruro los juguetes que se veían en la televisión, pero me llamaban la atención y comencé a hacerlos con yeso”, cuenta Juan Carlos sobre su infancia y sus primeras creaciones.
Recuerda vívidamente un muñeco de E.T que se hizo, pues le gustaba mucho la historia del extraterrestre. Juan Carlos veía cómo su padre ponía esqueletos de alambre a sus figuras para que fueran móviles y lo imitó, asegurándose de que su pequeño juguete fuera también flexible.
Su pasión por la creación lo llevó a estudiar Arquitectura y Bellas Artes en su juventud. A pesar de que no ejerce la profesión de manera estricta, él afirma que los conceptos aprendidos lo ayudan a mejorar su trabajo. De acuerdo con Juan Carlos, el estudio le permite aprender de técnicas nuevas, como el manejo de la fibra de vidrio, mientras que su profundo respeto por la tradición familiar lo llevan a honrar el arte con identidad y estilo propio.
Derrotando al COVID
2021 fue un año particularmente duro para los artistas como Juan Carlos. La suspensión del Carnaval de Oruro a causa de la pandemia golpeó fuertemente la economía orureña. Muchos talleres tuvieron que cerrar y las familias optaron por nuevos rubros para mantenerse a flote. Juan Carlos comenta con pena que este golpe financiero puede significar la pérdida de tradiciones, pues si los artistas no regresan, se perderá el conocimiento generacional que varios de ellos heredaron. Por sobre todo, sería una pena que estos conocimientos perdieran ante la producción masiva —y sin espíritu— que ofrecen las máquinas, menciona Juan Carlos.
El regreso de los carnavales no es lo único necesario para ayudar a la industria creativa de Oruro, Juan Carlos clama por una inversión de recursos estratégica por parte de los gobernantes. Además, tiene planeado organizar a su gremio en una estructura colectiva para poder coordinar con la secretaria de Culturas y así llevar los trabajos y diseños de Oruro a diversas plataformas artísticas nacionales e internacionales.
Sin embargo, el artista confía en que el orgullo y la tradición orureña pueden triunfar ante la pandemia, por ello realizó una escultura con un diablo pisando al COVID-19. La obra fue aclamada en las redes sociales y sirvió para elevar el espíritu de la ciudad y del mismo Juan Carlos, quien ahora encuentra en internet un espacio más donde mostrar su trabajo.
El conocimiento de las tres generaciones que vinieron antes de él se lucieron en las calles orureñas ayer sábado y también hoy seguirá captando miradas por las pantallas de celular de quienes lo siguen por Facebook. El arte cambia, las plataformas mutan, pero la tradición perdura.
Fotos: Richard Arana
* Artículo publicado en La Razon el domingo 27 de febrero de 2022: https://www.la-razon.com/escape/2022/02/27/juan-carlos-flores-artista-hijo-de-artistas/ /27/04/2022
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