Cuando Oruro fue tierra de amor y no de Carnaval *

 Javier Zárate Taborga

Artículo y Fotos

(Docente)


El sábado 13 de febrero de 2021 no hubo bandas, no hubo máscaras, ni trajes. Ese sábado los diablos no tomaron las calles, era tiempo de virus. Ese sábado, como pocos, Oruro no fue tierra de Carnaval.

Son las once de la mañana del sábado. El celebrante ingresa a la zona desde la que va a conducir la eucaristía. En el templo hay unas pocas decenas de personas sentadas en las bancas en un máximo de dos por cada una. El resto no puede entrar y quienes quieren participar la seguirán detrás del vidrio que divide la nave principal de la capilla donde se encienden las candelas. La ceremonia no comienza como habitualmente lo hace una misa, sino con la lectura de una lista de nombres de personas y de las fraternidades a las que pertenecieron.

Once minutos ininterrumpidos transcurrirán con la parsimoniosa lectura de esos nombres. Es un homenaje a quienes ya no están.

En el atrio del templo hay otras decenas de fieles o turistas. Algunos con imágenes católicas. La capilla está abierta y hay un flujo permanente de personas que entran y salen después de rezar unas oraciones y encender sus candelas.

Sobre la calzada hay varias decenas de vehículos y sus propietarios van acompañando a un sacerdote, quien, armado de un hisopo y agua bendita, se acerca a cada auto, pregunta el apellido de la familia o la persona que lo requiere, pronuncia unas oraciones y lanza el agua bendita.

En la Avenida Cívica hay unos pequeños cochecitos eléctricos o a pedales, en los que niños se acomodan y dan unas vueltas a cambio de un precio módico. Al frente, delante de unas graderías casi vacías, se instalan mesas y sillas de puestos de comida improvisados con una variada oferta de gastronomía típica.

Es el sábado 13 de febrero de 2021 y frente al Santuario del Socavón en Oruro no hay ningún bailarín ni suenan las bandas. Es el sábado de Peregrinación al Santuario de la Virgen del Socavón suspendido por la pandemia.

Ingresos y pérdidas

Según Jacinto Quispaya, miembro de la Asociación de Conjuntos Folklóricos de Oruro, entrevistado por Associated Press (AP), la Peregrinación del sábado, más conocida como la fastuosa Entrada del Carnaval de Oruro, no se suspendía desde la Guerra del Chaco. Justamente después de esa guerra que ayudó a encontrar las distintas sociedades que convivían desconociéndose y sin reconocer tradiciones como el Carnaval de esta región.

Según el Instituto Nacional de Estadística se estima que presencian el Carnaval centenares de miles de personas (343.425 en 2018 y 265.888 en 2019) quienes gastarían millones de bolivianos (127 en 2018 y 242 en 2019) en alimentación, transporte, hospedaje y otros conceptos.

Napoleón Gómez, presidente de la Organización Boliviana de Defensa y Difusión del Folklore, entrevistado también por AP estima una pérdida acumulada en 2021 de entre 70 y 80 millones de dólares, porque el carnaval no son sólo los 4 días de festejos.

Fe “pagana y hereje”

Maurice Cazorla es un apasionado de la investigación y la difusión histórica de su tierra. Es contundente al afirmar que si bien ese sábado genera “un sentimiento complicado”, el proceso devocional se ha sentido de la misma manera. Comenta que la ceremonia celebrada en el Santuario del Socavón fue concertada con el Obispado de Oruro, acordando la participación sólo de representantes de las diferentes fraternidades, conjuntos y algunas personas que son parte viva de la tradición. Remata su sentimiento: “…nunca le va a faltar la candela a Nuestra Señora Madre”.

Maurice Cazorla, investigador de la historia y tradiciones folklóricas de Oruro

Cazorla justifica esa devoción profunda porque es una celebración antigua enraizada en el espíritu orureño. Ubica sus antecedentes más remotos en tiempos prehispánicos, cuando a principios de lo que ahora conocemos como el mes de febrero, se agradecía a las deidades, muchas vinculadas a las fuerzas de la naturaleza, por las lluvias que permitían la cosecha.

La llegada de los conquistadores trajo consigo la celebración de la Virgen de la Candelaria, que se recuerda el 2 de febrero, y también el Carnaval, que es una celebración movible en el calendario. La extirpación de las idolatrías, política conquistadora de dominio, que buscaba el control de la fe pagana y hereje y la conversión de las almas locales al credo cristiano, hizo que las wacas (lugares sagrados precoloniales) fueran destruidas y en un número importante reocupadas con estructuras religiosas católicas. El templo del Socavón consagrado a la Virgen María sería un ejemplo de ello, porque hay información que referiría su edificación sobre una waca importante de la zona.

La extirpación no se logró, pero sí el sincretismo, es decir, la combinación de las creencias prehispánicas con la fe importada desde la península ibérica, creando una nueva que sigue celebrando hasta ahora a las creencias locales antiguas y a lo católico, que se refleja, por ejemplo, en la Diablada, que representa a sujetos del inframundo, que formaban parte de la cosmovisión de los pobladores de la región, en su mayoría poblaciones urus, quienes ahora danzan y se postran ante la imagen católica de la madre de Dios como forma simbólica de pedir el perdón de sus pecados.

Este sábado los diablos no están.

Barbijo en lugar de máscara

Miguel Foronda es desde muy pequeño miembro de la Fraternidad Artística y Cultural La Diablada, una de las más antiguas, populares y conocidas.

Miguel Foronda, miembro de la Fraternidad La Diablada.

“Yo creo que es un cruce de sentimientos. Mientras no sales a la calle es contenible, pero cuando empiezas a escuchar alguna banda y comienzas a caminar en la calle, se me salieron lágrimas”. Así transmite su sentimiento en este extraño sábado. No lleva traje de diablo, ni máscara. En su lugar, su rostro está parcialmente cubierto por un barbijo que ostenta en el centro un colorido Lucifer.

Esa semana ha sido especial para Miguel porque estrenó en línea un proyecto pensado desde años antes, y que ante su certeza de que la peregrinación y las actividades de los siguientes días se iban a suspender, incluido El Relato -la celebración del Diablo que se conmemora los lunes de Carnaval- gestionó un video documental para contarlo.

Pero el proyecto no le llena el corazón y la extrañeza de ese día y todo el tiempo que le precede es muy fuerte. Foronda aclara que el Carnaval de Oruro no es sólo el sábado. Son meses de preparación, que se inician después de la celebración de Todos los Santos, cuando los danzarines se acercan a los careteros para ordenar sus máscaras, sea porque deciden tener una nueva o porque necesitan arreglar la que tienen. Van donde el bordador, por el traje que unos meses después estrenarán. Y bailan colmando las calles en los convites y los ensayos.

Foronda lleva años recogiendo testimonios, información y materiales relacionados al Carnaval de Oruro, entrevistando a amigos, fraternos y personajes que representan de distintas maneras lo que significa esta fiesta grande.

Al final del tiempo más estricto del confinamiento, se contactó con él uno de los más antiguos danzarines de La Diablada, a quien había intentado entrevistar los últimos años, pero que siempre le había dado largas o cancelado a último momento. La llamada le emocionó porque casi había perdido la esperanza de conseguir su testimonio. Miguel le propuso que esperen un poco, porque aún los contagios eran muy elevados y como el fraterno era una persona mayor, temía que pudiera contagiarse en el encuentro, comprometiendo a ponerse en contacto los primeros días de agosto.

Cuando intentó contactarlo, se enteró por Facebook que había muerto horas antes. Decide entrevistar al hijo, esperando que haya recibido todo el material e información de su padre, pero obviamente esperará un poco a que pase el duelo. Un par de semanas después se enterará de que también había fallecido.

La matriarca de las máscaras

Miriam Corrales Loayza viuda de Flores también estuvo en la misa matinal. Ingresó como la actual matriarca de una de las familias más renombradas en la fabricación de las máscaras de diablos, morenos y otros personajes. Tras el fallecimiento de su esposo en julio del 2012, ésta y otras familias de artesanos dedican su vida a la esmerada fabricación de estos rostros fantásticos.

Miriam Corrales, artesana de máscaras para el Carnaval de Oruro. Fotos: Javier Zárate Taborga.

Doña Miriam trabaja en su taller, que es a la vez su hogar. Ya no están en la calle La Paz, donde antes se ubicaba junto a todos los artesanos, siguiendo la costumbre de concentrar por calles las especialidades de los distintos oficios.

Está sentada detrás del sencillo escritorio de madera en el que atiende a sus clientes, vestida de negro. Aún lleva el luto por la pérdida reciente de su hijo. La rodean decenas de máscaras y mascaritas. Las primeras para los danzantes, las otras como recuerdos y souvenirs.

“Yo siento impotencia; no sé qué hacer, si renegar, o qué hacer para parar esta pandemia”. Relata que la situación sanitaria les perjudicó bastante. Ella y otros artesanos y representantes de fraternidades, conjuntos y bandas tenían la esperanza de que iba a mejorar todo y la Peregrinación del sábado se iba a celebrar. Por ello recibió, como habitualmente sucede, la visita de fraternos que le encargaron máscaras, o que le dejaron otras para que las arregle o mejore.

Ese sábado, cuando su taller debía estar cerrado, porque ella también participa en la Peregrinación, hay muchas máscaras terminadas o en trabajo. Unos pocos clientes han recogido las que han ordenado. Otros más le han anunciado que lo van a hacer en las semanas siguientes. Sus creaciones no se estrenarán.

Son alrededor de las ocho de la noche de ese sábado 13 de febrero de 2021. La municipalidad de Oruro permitió la circulación el sábado de Peregrinación, pero los contagios están aumentando y los tres días siguientes hay riesgo de que se incrementen, por lo que se ha dispuesto un nuevo confinamiento rígido hasta la madrugada del miércoles.

En las calles hay poco movimiento, funcionan lugares de expendio de comida, seguramente centros de diversión, aunque sea de forma clandestina. Pero no es la vida de un sábado de Peregrinación.

No hay bandas, no hay máscaras, no hay trajes. Ese sábado, como pocos, Oruro no fue tierra de Carnaval.

Mientras no sales a la calle es contenible, pero cuando   escuchas alguna banda, con franqueza, se salen las lágrimas

Miguel Foronda

 Yo siento impotencia; no sé qué hacer, si renegar, o qué hacer para parar esta enfermedad, esta pandemia

Miriam Corrales


* Artículo publicado en Página Siete el: Sábado 26 de febrero de 2022: https://www.paginasiete.bo/gente/2022/2/26/cuando-oruro-fue-tierra-de-amor-no-de-carnaval-324408.html#! /27:04:2022


Comentarios

Entradas populares