¿Y si aprendemos del mariachi?: reflexiones e interrogantes para la defensa de nuestro patrimonio cultural
Por:
Miguel Angel Foronda Calle
Gestor
e investigador cultural
En estos días me invadió una
perspicaz inquietud: ¿Qué hubiera pasado si los mexicanos se declaraban
exclusivos intérpretes de las bellas melodías del mariachi y exclusivos
portadores de la vestimenta del charro? Quizás su popularidad no sería la misma
que hoy tienen en todo el mundo al punto de haber logrado ser inscrito, hace
más de diez años, como Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Humanidad.
Inmediatamente surgió otra
perspicaz inquietud: ¿algún mexicano habrá exigido pago de regalías por emular
a su mariachi fuera de su país? Inmediatamente consulte con personas como mi
papá y amigos, que no pueden celebrar un onomástico o encuentro social sin su
clásico mariachi, ¿pagan alguna regalía sus mariachis a México por replicarlos?
La respuesta fue contundente: NO, a más de los honorarios artísticos para los intérpretes
no hay un monto extra para remitir a México. Gran gesto el de nuestros hermanos
mexicanos: dejarnos disfrutar y replicar su patrimonio a cambio les ofrecemos,
en cualquier parte del mundo, nuestro reconocimiento de que el mariachi es
mexicano.
Que el Mariachi llegue a tener el
posicionamiento como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad y el
reconocimiento internacional de que es de origen mexicano ha obedecido a
acciones y prioridades que valdría la pena considerar a la hora de difundir
nuestro patrimonio, probablemente podríamos sacar algunas lecciones
importantes. El país azteca no ha perdido tiempo en generar recelos
innecesarios o controversias internas e
internacionales sobre su mariachi afirmando que son los únicos que
pueden representarlos o reclamando la generación de ingresos económicos a
quiénes los emulan fuera de México.
El mexicano ha priorizado otras
acciones para que su mariachi sea reconocido como parte de su identidad. Tras
la revolución producida a inicios del siglo XX los mexicanos buscaron
posicionar una identidad entorno a elementos como el tequila, el mariachi, la
vestimenta del charro entre otros. Esta construcción se la ha hecho acudiendo a
estrategias de difusión internacional a través de producciones musicales y
cinematográficas que insistentemente mostraron estos íconos. Fue una tarea de
largo aliento testimoniada por discos de vinilo, cassetts, cds y hoy spotify
entre otros; de la misma manera lanzamientos de películas en el cine, afiches,
souvenirs y hoy incluso mediante redes sociales como YouTube donde el
protagonista es, ¿a qué no adivinan?: el mariachi, sino pregunten por Vicente
Fernández, Luís Aguilar, Pedro Infante e incluso Cantinflas.
Los resultados de estas
estrategias son claros: el reconocimiento internacional de que el mariachi es
mexicano y a nadie le cabe duda de ello. Tampoco cabe duda que el origen de
este patrimonio se encontraría en el municipio de Cocula en el Estado de
Jalisco y desde hace un tiempo atrás es en ese lugar, junto a Guadalajara donde
se celebra el festival internacional del Mariachi. Pero a la par, en la ciudad de México, en una latitud diferente al lugar de origen, está
la plaza Garibaldi considerada por muchos como la “meca” del mariachi por lo
cual concurren muchos turistas. Pero los mariachis no se encuentran solo en su
país de origen sino en diferentes latitudes del mundo, eso lo sabemos porque
siempre hay un amigo o conocido que para generar algunos ingresos extras tiene
su grupo de mariachis con los que los fines de semana presta servicios en
prestes, fiestas y otro tipo de eventos donde interpretan las bellas melodías
mexicanas y visten los clásicos atuendos del charro, claro, hay algunos que lo
hacen impecablemente y algunos otros, pues, que les puedo decir, lo intentan.
Hay que destacar que esta estrategia de posicionamiento interno e internacional
no fue motivada por una declaratoria de la UNESCO, sino por algo más importante
como la construcción de una identidad nacional.
Conocer una realidad como la
mexicana me ha generado muchas preguntas respecto a la política de salvaguarda
del patrimonio cultural boliviano y en específico del patrimonio orureño. Me
gustaría compartir algunas de estas inquietudes para reflexionar conjuntamente:
¿cuál es la estrategia que tenemos para posicionar a nuestro patrimonio
cultural internacionalmente?, ¿qué hacemos para que se garantice un
reconocimiento mundial de que nuestras danzas son bolivianas y en casos como la
diablada orureñas?, ¿cómo hacemos que nuestros compatriotas en el extranjero y
los propios extranjeros, que saben del origen de nuestras danzas, sean nuestros
aliados para defender y difundir nuestro patrimonio?, ¿qué hemos hecho desde
Oruro en relación al Carnaval desde que fuimos proclamados como Obra Maestra
del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad?, ¿tenemos un plan de
salvaguarda vigente para la Obra Maestra y que responda a las necesidades post
pandemia?, ¿tenemos un marco jurídico coherente con la realidad y tiempo en el
que nos encontramos?, ¿las decisiones toman en cuenta a los portadores o son
tomadas en espacios de alta decisión que a menudo suelen estar desconectados de
la realidad?, ¿qué podemos aprender de otros países con patrimonios culturales
inmateriales de la humanidad como México con su mariachi?, finalmente: ¿qué
hacemos como portadores del patrimonio para salvaguardarlo?, y en esta última
pregunta no me refiero a las instituciones sino a las personas, a uno mismo
¿qué haces tú por tú patrimonio cultural?.
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