Marujita de la Fraternidad
Por: Frat. Miguel Angel Foronda Calle
Mail: Lunangel.gc@gmail.com
Marujita junto a su esposo Juan Enrique Medrano
Cada institución tiene en sus filas esas personas que se convierten en una muestra de lealtad y amor a ella, en pocas palabras: en un ícono. En la Fraternidad Artística y Cultural “La Diablada” una de esas personas fue, ¿Qué duda cabe?, la Señora María Sarán Alcázar Viuda de Medrano más conocida como “Marujita” quien por más de cinco décadas se vio vinculada a la Frater por tres razones: su esposo Julio Enrique Medrano fraterno danzarín; su cariño a sus diablos de quienes ella se refería así; y su devoción a la Santísima Virgen del Socavón que le llevo a tener un importante rol en la cofradía donde la imagen que tenemos era referida por ella, con cariño, como: su “chatita”. Escribo estas líneas como una especie de obituario de nuestra Marujita a partir de algunos recuerdos y el testimonio recogido por su hija.
Tuve la oportunidad de conocer a
Marujita cuando ingresé a nuestra institución el año 2000. Recuerdo aún su
infaltable presencia en ensayos, veladas, recorridos y los mismos días de
carnaval, siempre afable y atenta con sus diablos, en oportunidades con un mate
de coca, en otras con un gancho para sujetar alguna parte de nuestra indumentaria
que aprovechando nuestro apuro se zafaba, en otras con unas palabras de aliento
particularmente a quienes nos encontrábamos iniciando nuestro aprendizaje en la
tropa de diablos, y no faltaba la oportunidad, particularmente en las veladas,
para inculcar la devoción a la Mamita del Socavón. Ella recordaba estos afanes
de la siguiente manera: “(…) alfileres,
ganchos, agujas con hilo, medicinas, inyectables, sándwich, refrescos y hasta
la más apreciada ñufla era parte de todo el arsenal que tenía para atender a
los Fraternos.”.
Sin duda que existieron muchas muestras de amor a la Frater entre algunas de ellas, Marujita relataba que en los primeros años de la institución, cuando aún no se contaba con una sede propia, facilitó su domicilio entonces en la 6 de Octubre y Ayacucho “en los altos de la Casa Nawa”. Ya en la década de los noventas del siglo XX, en el proceso de adquisición de la actual sede ella recordaba: “entre todos compramos nuestro metro cuadrado, yo personalmente compre tres metros, uno de mi marido, otro de mi hija y el mío, por eso es que siempre pertenecimos a Mi Frater.”.
Sin duda Marujita hizo parte de
su vida en la Frater donde vivió anécdotas tanto gratas como ingratas, tuve la
fortuna de escuchar algunas de ellas de sus propios labios cuando una tarde de
diciembre de 2018 la visite en su casa en busca de conocer su historia como Tesoro
Vivo de nuestra institución. Aún recuerdo esa soleada tarde cuando su hija María
Carola tuvo la gentileza de permitirme dicho encuentro. Marujita se encontraba notoriamente
afectada en oídos y vista, ello era un testimonio de las inclemencias del tiempo
a las cuales no podemos escapar, no obstante esta situación no le impedía
mostrar su entusiasmo en su semblante y palabras al saber que uno de sus
diablos la visitaba y pues fue una tarde para revivir la historia de la Fraternidad.
Finalmente consideré que la persona más idónea para transmitir parte de estas
vivencias y recuerdos era María Carola quien vio las mismas de cerca, para ello la incite a que le haga una entrevista la cual fue publicada en el libro
conmemorativo de las bodas de diamante como un justo reconocimiento a su
trayectoria, recomiendo su lectura para conocer más a nuestra icónica fraterna.
Posteriormente a ese encuentro pude ver a Marujita dentro de varias actividades del Carnaval 2019, quizás, en términos institucionales, uno de los momentos más simbólicos fue la presentación en la Gobernación de nuestro libro de los 75 años de trayectoria institucional que tuve la fortuna de dirigir. Pero aún queda en mi mente la imagen que pude captar con el lente de mi cámara y que comparto al final de este texto. Recuerdo que era el domingo de corso infantil de ese 2019, ella, nos acompañó en nuestra sede en la atención al bloque infantil. Al terminar dicha actividad ella se retiró flanqueada, si mal no recuerdo por su nieta, y llevaba puesto un saco de color rojo intenso que de frente mostraba una dama de la diablada de los pijes pero a la vez con un cariño e identidad reflejado en su espalda con un estampado con una careta de diablo que decía “Fraternidad… Oruro”. Hoy que nuestra Marujita partió al descanso eterno recuerdo esa imagen y como se iba perdiendo por la calle Murguía y con ella un trozo de la historia de la Fraternidad, paz en su tumba. Estas son las personas que de a poco se nos van y que fueron y son tesoros vivos contenedores de nuestras tradiciones, historia de un periodo importante de nuestro Carnaval de Oruro, tenemos tanto por aprender.
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